viernes, 22 de mayo de 2020

Mini 1. Algo que soñé

La otra noche tuve un sueño. De esos tan vividos que te acuerdas perfectamente de ellos al despertar. Vino a verme una persona muy querida que ya no está conmigo. Un sueño agradable, pero que me inspiró este texto un poco triste. ¡En fin! Es la vida.



—¡Por todos los...! Pe… pero… si estabas muerto…

—¡Ya! Pero he vuelto.

—¡Es imposible! ¿Es esto un sueño?

—¡No sé! Tal vez…



lunes, 11 de mayo de 2020

Pueblos y Razas de Aurrimar 2. Zurianos

Los Zurianos forman parte de las denominadas Razas Ocultas; una serie de pueblos muy diferentes entre sí (tanto en su cultura como en su aspecto físico) y cuya existencia transcurre al margen de la sociedad humana de Aurrimar. Sometidos y arrinconados por la pujanza y belicosidad de los seres humanos, fueron obligados poco a poco a replegarse hacia lugares remotos y de difícil accesibilidad para evitar la guerra, la extinción o la esclavitud. Fue así como muchos de ellos desaparecieron de la memoria de los habitantes del Continente para convertirse en mitos y leyendas que sobreviven únicamente en algún olvidado volumen de alguna polvorienta biblioteca.
Algunas de estas razas mantuvieron en el pasado estrechas relaciones económicas y culturales entre sí. Fruto de estos intercambios surgieron tradiciones y creencias comunes que aún perduran pese al distanciamiento geográfico que limita o impide los contactos entre ellas. 

Organización:
Los zurianos no son un pueblo demasiado numeroso. Apenas unos miles de individuos pueblan sus cuatro principales ciudades, situadas en las gigantescas cavernas que horadan el subsuelo del desierto de Zahrs. Pacíficos y poco dados al expansionismo, pronto abandonaron las luchas con los habitantes del desierto, los tulos, con los que competían por los codiciados recursos de una tierra tan árida como inhóspita.
Leblishes, demonios, esbirros de Yazbel, dios de los infiernos. Así es como los denominan sus vecinos humanos, los Tulos del oasis de Shifray. Para este Clan del desierto, los zurianos son meras bestias a las que hay que abatir antes de que atrapen sus almas y las condenen al Submundo, evitando así su deseada unión con los dioses del Otro Lado. Las desavenencias e incomprensiones entre ambas razas han degenerado a lo largo de la historia en sangrientos enfrentamientos que los zurianos tratan por todos los medios de evitar, para no ver mermada inútilmente su ya de por sí escasa población.
La Ciudad de Cristal es la capital de los zurianos. Una urbe tallada en cristal de roca de resplandeciente belleza. Es allí desde donde su anciano Patriarca (o Matriarca) los gobierna. Elegido por votación popular una vez superados los cien años, y en función a la sabiduría y prudencia demostrada a lo largo de su vida, permanecerá en su cargo hasta el fin de sus días; dejando por escrito antes de que ese triste momento llegue, el nombre de su sucesor, que deberá ser refrendado en su puesto por la Asamblea de Familias.
Dicha Asamblea está compuesta por dos representantes de cada uno de los extensos grupos familiares que componen la sociedad zuriana. Siete familias, catorce miembros en total. Cada uno de estos linajes se representa y define por un animal totémico y sus correspondientes colores. Las representaciones de estos símbolos suelen formar parte de la decoración de estandartes, armas, joyas o aparecer tallado en los dinteles de las casas. Una forma sencilla y muy visual de identificar la procedencia de cada individuo.

Creencias:
Son una cultura de carácter fundamentalmente animista. Para ellos, todo lo que les rodea (ya sea animado o inanimado) poseen un alma propia que forma parte de la Gran Madre Naturaleza. Esta gran diosa, sabia y omnipresente, ocupa una posición privilegiada en su reducido panteón.
Sin embargo, fueron los Dioses Creadores los que dieron forma al mundo tal como ellos lo perciben; los que los instalaron bajo las arenas del desierto, en el denominado Primer Lugar, uno de los rincones más sagrados para los zurianos. Son a estos dioses sin nombre y sin forma definida a los que les deben obediencia, ya que fueron ellos los que además de concederles la vida, los eligieron como custodios del Sello que Todo lo Abre; un objeto (un ópalo de bellos brillos irisados) con una extraña inscripción en su interior que proporciona el acceso al mundo subterráneo del que son amos y señores.
Dicha inscripción, representa una sola palabra. Una palabra poderosa perteneciente al lenguaje del oculto Pueblo Escrito. Un antiguo mito zuriano cuenta que es ese enigmático pueblo el que escribe la Gran Historia de Todas las Cosas. Pero sus palabras, se encuentran dispersas y muchas de ellas desaparecidas. Solo cuando todas ellas sean reunidas nuevamente y vertidas en el gran Lago de las Palabras, se podrá escuchar por fin la verdadera voz de los Dioses Creadores.

Aspecto físico:
Los zurianos son un pueblo longevo, pudiendo llegar los individuos más saludables a superar los doscientos años de edad.
Su constitución durante la madurez muestra generalmente una imagen delgada, estilizada y fibrosa. Su estatura es menor que la de los humanos del desierto, pero no le van a la zaga ni en fuerza ni en resistencia. Brazos y piernas, musculosos y bien proporcionados, poseen cinco dedos largos y huesudos, rematados con uñas duras y afiladas capaces de producir serias heridas sobre pieles blandas como las de los humanos.
Carecen de pelo, tanto en la cabeza como en el resto de su cuerpo. En su aplanado rostro destacan un par de ojos redondos, grandes y negros, perfectamente adaptados a la oscuridad de su mundo. Su nariz es diminuta, casi inexistente. Tras sus finísimos labios de color violeta se vislumbran unos dientes finos y puntiagudos que les dan ese fiero y diabólico aspecto que tanto asusta a los habitantes del desierto. Sus orejas pequeñas y redondeadas, son capaces de capturar en la limpia atmósfera subterránea los sonidos procedentes de cientos de metros de distancia. No son tan perceptivos en el cálido y pesado aire del exterior de sus cavernas.
Los machos poseen en la cabeza una cresta carnosa que se va desarrollando con la edad, llegando a medir hasta treinta centímetros de alto al alcanzar la madurez. Habitualmente cuelga flácida hacia uno de los lados de la cabeza dando la sensación de que tuvieran flequillo. Se trata de un apéndice que muestra el estado de agresividad en el que se encuentra un individuo en un momento determinado. Se eriza, se endurece y adquiere un tono colorado que contrasta fuertemente con la palidez general de su piel. Funciona como una especie de señal de advertencia: si no quieres problemas, mantente alejado.
Su epidermis carece de pigmentación al vivir bajo tierra y no ver jamás la luz del día. Si se expusieran sin protección a los rayos solares del mediodía morirían en pocos minutos, pues las quemaduras que les ocasionarían serían tan graves, que producirían un colapso generalizado en todo su organismo.
Su piel es por tanto de un blanco lechoso (un poco más oscura en los machos), que se va tornando grisácea con los años.
Las hembras zurianas desarrollan sus pechos plenamente al dar a luz a su primer hijo. El periodo de gestación es más largo que en los humanos, unos catorce meses. Su desarrollo es también más lento y un bebé zuriano tardará unos dos años en ser medianamente independiente en sus desplazamientos.

Cultura:
A diferencia de sus vecinos humanos, los zurianos poseen un sistema de escritura propio. Son un pueblo ilustrado que conserva un registro exhaustivo de su historia, su genealogía, su ciencia y sus tradiciones. No utilizan papel para ello. Sus bibliotecas y archivos se encuentran en los muros de las cavernas elegidas para tal fin: sin actividad geológica o biológica que pueda dañar o desfigurar las precisas incisiones de sus buriles de diamante. 
Su medicina es más avanzada que la de los humanos en muchos aspectos. Sus remedios, obtenidos a partir de plantas, animales y minerales de muy diversa procedencia, no tienen parangón a la hora de tratar y cicatrizar heridas de cualquier tipo. También sus drogas paralizantes son poderosas y las utilizan para muy diversos fines. La caza y la guerra suelen ser sus destinos principales. Sus largas y flexibles lanzas, cuyas puntas pueden cambiar de remate con un simple giro de muñeca, suelen estar impregnadas de una sustancia llamada dolteria, con la que inmovilizan o matan dependiendo de la presión que ejerzan sobre la piel de sus víctimas.
Adaptados a la oscuridad de sus cavernas no poseen sin embargo una visión nocturna completa que les permita desenvolverse sin la presencia de algo de luz. Las zulitas, plantas de color azulado muy habituales en los corredores que conducen a sus ciudades, vierten una llamativa luminosidad azulada en el ambiente, suficiente para desplazarse por su mundo sin necesidad de portar antorchas o faroles.
Los dominios subterráneos de los zurianos son sumamente extensos, pudiendo llegar sus fronteras muy al norte, hasta más allá del gigantesco Mar de Dunas que aísla el Desierto de Zahrs del resto de tierras del Continente. Para tan largos desplazamientos utilizan armadillos dorados como monturas y como animales de carga para trasportar pesadas mercancías con las que comerciar entre sus ciudades o con sus vecinos del norte, los scrapios (otra de las razas ocultas de Aurrimar). Estos animales, dóciles si se los sabe llevar y poseedores de una gran envergadura para los estándares zurianos, son cuidados con especial respeto y esmero para agradecerles así los muchos servicios que les prestan. Se consideran además sus protectores. Siempre que pueden, intentan mantenerlos lo más alejados posible de las lanzas de los humanos. Los tulos los cazan con asiduidad; no para alimentarse de ellos, ni por considerarlos peligrosos o alimañas que puedan perjudicarlos; los acosan simplemente por el placer de matar, para obtener un buen trofeo con el que confeccionar las codiciadas armaduras doradas que lucen los guerreros del Clan, los mashalis.
Los zurianos son seres nocturnos, amantes de las estrellas y las lunas que brillan en las noches de Aurrimar. Al caer el sol, suelen salir en pequeños grupos a la superficie a merodear entre las arenas del desierto o por los acantilados rocosos, en busca de plantas que recolectar y animales que cazar. Son expediciones no exentas de peligro, ya que podrían cruzarse en el camino de algún pelotón de guerreros mashali que quisiera masacrarlos. Es por este motivo por el que prefieren elegir para sus salidas lo que los tulos denominan Territorio Ancestral, un lugar tabú para los tulos y al que solo sus hombres sagrados, sus chamanes, pueden acudir para realizar sus secretos rituales.


Mi nombre es Quinamilot, Patriarca de los Zurianos hasta que la Gran Madre me reclame. Aunque creo haber oído que vosotros nos llamáis… leblishes, diablos. Seres monstruosos y viles a los que hay que evitar y matar si es necesario… ¿No es así? dijo la anciana criatura escrutándoles con sus pequeños y sagaces ojos.
Tanto Karimo como Meda agacharon la cabeza completamente azorados, sin saber qué responder. Todo lo que decía el Patriarca era cierto. Aquellas legendarias criaturas que ahora tenían ante ellos formaban parte de su historia, de su tradición, de su religión. A todos los pequeños tulos se les enseñaba desde muy pequeños a huir de dichos seres si alguna vez tenían la desgracia de toparse con ellos. Eran muchas las historias que se contaban al calor de las hogueras referentes a dichos encuentros. Siempre terminaban de la misma forma… los leblishes eran vencidos y masacrados.
El viejo Quinamilot soltó una jovial y cascada carcajada al ver el rubor en sus rostros. Todo su cuerpo se estremeció.
¡No os avergoncéis por ello! Vosotros no tenéis la culpa de las diferencias que existen entre nuestros pueblos. Desde tiempo inmemorial los humanos y los zurianos hemos peleado por los mismos recursos y los mismos territorios. Supongo que ninguno hemos sabido doblegarnos y ceder posiciones ante el otro suspiró con resignación—. En el pasado, nosotros lo intentamos en numerosas ocasiones. Muchos de los nuestros murieron en estúpidas riñas… y al final… desistimos de comprenderos. Preferimos evitaros en todo lo posible; y así llegamos a formar parte de vuestras más tenebrosas leyendas.Cambió de posición en su asiento—. Los humanos sois mezquinos y salvajes. Vuestra sangre hierve de ambición, de orgullo… y odiáis todo aquello que no comprendéis. Rechazáis a todos los que son diferentes. ¿Acaso me equivoco? Miró a Meda directamente, intencionadamente.

Aurrimar. La leyenda del Dios Errante. Vol.1. Libro1 -Tulos