Animal
vertebrado / Ovíparo / Omnívoro
Descripción:
Los
corretones son aves de gran tamaño. Los machos adultos pueden llegar a alcanzar
los dos metros y pesar noventa kilos con facilidad. Las hembras, aunque más
menudas, no suelen medir menos de metro setenta.
Pese a
que poseen alas fuertes y dotadas de frondosas y sedosas plumas, su gran
envergadura les impide remontar el vuelo. Las utilizan para impulsarse, para
equilibrarse en la carrera y como mecanismo de defensa ante posibles
depredadores.
Poseen
un cuello largo y flexible que utilizan para vigilar su entorno por encima de
las altas hierbas de la pradera como si fuera un periscopio. Su vista es
excelente, al igual que su oído. No así su olfato. Debilidad que utilizan los
cazadores para cercarse a ellos.
Su
pico, curvo y duro, desgarra sin piedad tanto la carroña de la que se alimentan
de forma ocasional, como la correosa piel de los guetes, enormes y
jugosos gusanos que pueblan las turberas de los herbazales y que para ellos
constituyen un auténtico manjar. También utilizan el pico para desgranar con
precisión las gramíneas cuyos frutos les facilitan la digestión.
Sus largas patas carentes de plumas, son potentes y musculadas,
perfectamente adaptadas para correr, llegando a alcanzar velocidades superiores
a los caballos. Si se ven acorralados, atacan con potentes patadas usando sus
garras como armas. Ni siquiera los jinetes pueden sentirse a salvo de su
peligroso ataque. Sus formidables saltos pueden llegar a derribarlos sin
dificultad.
Su llamativo plumaje, compuesto por tupidas y sedosas plumas
multicolores, constituye su seña de identidad: el azul y el verde predominan en
los machos; blanco, rojo y rosáceo en las hembras. Los altos penachos de sus
colas se mecen con el viento entre las altas hierbas de las praderas. En
primavera es fácil confundirlos con las flores que inundan esos parajes como si
de un cuidado jardín se tratara.
Es en esa época, en primavera, cuando los solitarios machos
inician el cortejo tras haber construido el nido al que invitarán a la pareja
elegida. Hasta su fino oído llegarán los burbujeantes cantos de las hembras en
celo, pero será la insinuante danza de sus penachos lo que termine por
atraerlos. Si la mala suerte atrae a más de un aspirante, la lucha por
prevalecer puede resultar fatal para el perdedor.
Las hembras ponen una media de tres huevos al año. El
pretendiente desaparece tras el cortejo y será ella la que saque adelante a su
pollada. Los huevos, redondos, de hasta veinte centímetros de diámetro, poseen
una cáscara de color rojo intenso, llamativo. En contra de lo que pueda
parecer, esto hace que los posibles predadores se lo piensen dos veces antes de
comérselos, ya que se pueden confundir con facilidad con los de la gigantesca serpiente
carentia, que recubre sus huevos con el veneno que segrega.
Hábitat:
Su hábitat natural son las fértiles praderas situadas entre el gran
río Jhumitera y su afluente el río Gryr. Sus espesos pastizales son los lugares
perfectos para alimentarse, criar a sus polluelos y ocultarse de las siempre
peligrosas miradas de cazadores y depredadores. Un océano de ondulante hierba
en el que únicamente los penachos de sus colas sobresalen por encima de la gran
variedad de plantas graminoides que prosperan en sus oscuros suelos.
El pueblo Samio, habitante de esas tierras, lleva practicando su
caza desde tiempos inmemoriales. La realizan a caballo y armados de tukeipa,
un arma arrojadiza de afiladas cuchillas capaz de segar el cuello de estas
curiosas aves en una sola pasada. Su carne es muy apreciada, y sus llamativas y
sedosas plumas, son utilizadas para decorar sus pesados trajes ceremoniales. Tampoco
es despreciable el comercio de dichas plumas como material de escritura para
las clases más pudientes del Continente.