Bill
Viola es un artista estadounidense que destaca por su carácter pionero en el
desarrollo del videoarte. Sus obras engloban videoinstalaciones, ambientes
auditivos o performances, y su temática gira preferentemente en torno a la
condición humana (nacimiento,
muerte, transformación, renacimiento, transfiguración, espiritualidad…)
Y os
preguntareis… ¿Qué tiene que ver este hombre con mi novela “El Dracón y el lobo
de fuego"? Os cuento:
Creo que ya he comentado en alguna ocasión que estuve trabajando durante casi siete años en el Museo Guggenheim-Bilbao. Era auxiliar de sala y pasaba muchas, muchas horas al día en compañía de las obras de arte que allí se exponían. Resultaba casi inevitable que el museo se convirtiera una de mis principales fuentes de inspiración mientras escribía “Aurrimar. La leyenda del Dios Errante” y “El Dracón y el lobo de fuego”. Siempre llevaba los bolsillos de la chaqueta del uniforme llenos de cuartillas A5 dobladas por la mitad para apuntar cualquier cosa que me viniera a la cabeza. Ideaba historias, escribía sin parar, y así, los muchos ratos muertos que se producían cuando no había público, transcurrían de forma mucho más entretenida y productiva.
Bill
Viola: Retrospectiva (2017), fue la última gran exposición en la que estuve
presente y una de las que más disfruté como trabajadora del museo. Seguramente
la mayoría de mis compañer@s no opinarían lo mismo: diez horas al día en salas
oscuras, de pie, viendo siempre los mismos vídeos, vigilando que los visitantes
no estropearan las instalaciones con alguna imprudencia… Desde luego no parece
el mejor de los planes. Pero para mí fue una de las experiencias más relajantes
tras muchos años trabajando allí; y Bill Viola se convirtió en uno de mis
artistas favoritos. Antes, ni siquiera había oído hablar de él.
La
mayoría de los vídeos de esta retrospectiva eran lentos, muy lentos, pausados,
durante minutos apenas pasaba nada en ellos. Realizados para disfrutarlos sin
prisas, en modo contemplativo, esperando la sorpresa que escondían o
simplemente reflexionando sobre lo que allí se mostraba o sugería. Pequeñas y medianas pantallas o grandes
instalaciones, la variedad era rica en
experiencias. En algunas de ellas se proyectaban personas caminando por un
paisaje árido, simplemente eso, caminaban hasta que se encontraban en un punto
y daban la vuelta o se volvían a separar. En otra sala por ejemplo, en total oscuridad, proyectadas sobre dos losas de granito negro, una pareja de ancianos, completamente desnudos, estudiaban su cuerpo con una pequeña luz, muy lentamente, como si el
tiempo ya no importara, concienzudamente, buscando la muerte…
Obras
todas ellas que me resultaban hipnóticas, aunque supongo que para mucha gente
eran simplemente aburridas porque en apariencia nada sucedía en ellas. Me daba
rabia cuando los visitantes se pasaban por las salas sin pararse a mirar,
saliendo de ellas aburridos, perdiéndose lo más interesante que estaba por
llegar. Está visto que la paciencia no es nuestro fuerte.
Pero
a lo que iba en esta publicación… En esa época yo estaba escribiendo “El Dracón
y el lobo de fuego”, y reconozco que andaba un poco perdida: no acababa de visualizar
uno de los escenarios más importantes de la trama. Y fue Bill Viola el que me mostró el camino.
El fuego
y el agua eran elementos recurrentes en muchas de las proyecciones. Elementos contrapuestos,
pero al mismo tiempo complementarios y que podían coexistir en perfecta armonía
dentro de la misma obra. Justo lo que yo necesitaba en el Templo de los Misterios:
un lugar de paz, espiritualidad y comprensión de los opuestos. Un enclave
poderoso en el que fuego y agua guiarían a mis personajes hacia el clímax de la
historia.
En concreto, fueron tres obras las que me abrieron la mente y pusieron fin a mi bloqueo: Night Vigil, Fire Woman y Tristan’s Ascension. Son descritas de la siguiente manera en la web del museo.
NIGHT VIGIL
Las imágenes de Vigilia nocturna (Night Vigil) provienen de una producción de la ópera de Richard Wagner Tristán e Isolda, una colaboración entre el director Peter Sellars, el director de orquesta Esa-Pekka Salonen, Bill Viola y la productora ejecutiva Kira Perov (vídeo, 2004–05). La leyenda original de Tristán e Isolda es la historia de un amor tan intenso y profundo que resulta imposible contenerlo en los cuerpos físicos de los amantes. Para satisfacer sus deseos, en último término los protagonistas deben trascender la vida y llegar a un lugar que está más allá de las polaridades de luz y sombra, masculino y femenino, vida y muerte, tiempo y eternidad.
La instalación Vigilia nocturna consiste en un díptico de vídeo retroproyectado sobre pantallas contiguas. El vídeo muestra una secuencia en la que un hombre y una mujer, separados por la oscuridad en plena noche, se ven atraídos el uno hacia el otro, y hacia la fuente de luz que ilumina su deseo. Cada uno emprende un viaje individual para alcanzar su objetivo: el de él es un viaje externo de acción, un largo trayecto en medio de la oscuridad de la noche que conduce a la luz de un fuego abrasador; el de ella es un viaje interior de contemplación, el encendido metódico de unas velas hasta que la estancia se ilumina por completo. Aunque ambos emprenden un viaje solitario y por separado, tienen el mismo destino: la fusión del yo individual en un mundo que trasciende la muerte.
Y en la sala contigua, sobre una pantalla gigante de 5,8 x 3,25 se proyectaban dos videos de forma consecutiva:
FIRE WOMAN
Mujer fuego (Fire Woman) es una visión en la memoria de un hombre que agoniza. La silueta de una mujer aparece a contraluz ante un muro de fuego. Tras algunos minutos, la mujer avanza, abre los brazos y se hunde en su propio reflejo. Cuando las llamas de la pasión y la fiebre envuelven la mirada interior y la revelación de que el deseo físico ya no regresará ciega al observador, la superficie reflejante se hace añicos y vuelve a su estado esencial de formas ondulantes de luz pura. Mujer fuego es una instalación que consiste en una proyección de imágenes en una gran pantalla vertical. Cuatro canales de sonido envolvente llenan el espacio.
TRISTAN’S ASCENSION (THE SOUND OF A MOUNTAIN UNDER A WATERFALL)
La ascensión de Tristán (Tristan’s Ascension) describe la ascensión del alma después de la muerte, cuando despierta y es atraído hacia una cascada cuya agua sube en lugar de caer. El cuerpo de un hombre yace sobre una losa en una sala de hormigón vacía. Unas pequeñas gotas de agua aparecen a medida que suben desde el suelo y ascienden en el espacio. Lo que comienza como una llovizna se transforma en un diluvio atronador, y el agua que cae empuja el cuerpo inerte del hombre, que pronto cobra vida. Sus brazos se mueven desgarbados y su torso se arquea en las aguas revueltas.
Por último, todo el cuerpo se alza desde la losa, se eleva por la fuerza del agua y desaparece por la parte superior de la cascada. El torrente se sosiega gradualmente y las gotas se van espaciando hasta que solo queda la losa vacía, brillante sobre el suelo húmedo. La secuencia se proyecta sobre una gran pantalla vertical montada en la pared. Un sistema de sonido envolvente 4.1 especialmente configurado despliega el sonido en la dimensión vertical del espacio.
¿Se ha notado que me gustó esta exposición? Ja, ja,
ja... Os dejo el enlace del museo para que podáis leer las descripciones de
todas las obras que se expusieron:
Bill Viola | Obras | Museo Guggenheim Bilbao (guggenheim-bilbao.eus)
Algunas de ellas podéis verlas en YouTube para haceros una idea. Aunque
la calidad es bastante mala y la experiencia nada tiene que ver con disfrutarlas
en vivo y en directo.