sábado, 4 de abril de 2020

Bestiario 2. Plamants

Animal vertebrado / Mamífero / Herbívoro (aunque también practica la geofagia)




Descripción: cuadrúpedos de un metro de alzada dotados de un espeso y largo pelaje de color verde hierba que los protege tanto del frío como del calor extremo del desierto. Una tonalidad más oscura y un par de cuernos enroscados sobre sí mismos y situados tras las orejas, ayudan a diferenciar a simple vista a los machos de las hembras. Estas últimas, algo más pequeñas también, suelen tener dos crías al año. Los pequeños plamants nacen prácticamente sin pelo y sus primeros meses de vida transcurren a la sombra de las tupidas pelambreras de sus madres, que de esta manera los mantienen a salvo de los peligrosos rayos solares del desierto que podrían quemar sus finas pieles.

Dado su llamativo color, los plamants son conocidos popularmente como la hierba del desierto. Un gran rebaño visto desde las alturas podría confundirse fácilmente con un ondulante pastizal mecido por el viento.

Son animales fundamentalmente herbívoros, pero también practican la geofagia, ya que sus estómagos necesitan grandes aportes de sales y minerales para procesar los alimentos y eliminar la toxicidad presente en muchas de las plantas que les sirven de sustento (y que los humanos utilizan en sus remedios medicinales).

Un rebaño saludable es lo más valioso que un tulo puede poseer. En ellos se basa su subsistencia. De los plamants se aprovecha todo: la piel, los tendones, la carne, la leche, la lana, los cuernos… Los productos derivados de su lana (hilos, cuerdas, calzado, telas, prendas de vestir…) son valiosas mercancías con las que los pueblos del desierto comercian con sus vecinos.

Hábitat: Los plamantshalis pastorean sus rebaños cerca de los arroyos y pozos que riegan los oasis. Es principalmente allí donde los animales pastan la hierba fresca y jugosa que los hace engordar. Sin embargo, deben ir al menos dos veces al día hacia las dunas cercanas para obtener en la arena ese aporte de sustancias minerales que tanto necesitan para hacer la digestión y mantenerse sanos.

Son los asentamientos cercanos a los afloramientos rocosos que salpican de tarde en tarde el desierto de Zahrs los que poseen los plamants de mejor calidad (como el oasis de Shifray donde viven nuestros protagonistas). Las rocas vírgenes aún sin descomponer son una auténtica golosina para estos animales. Algunas tradiciones aseguran que son los plamants los creadores del desierto (son reverenciados por ello como criaturas del dios de la Tormenta y el Cambio, Nhamet), ya que son ellos los que, con su saliva y sus poderosos molares, trituran y desmenuzan las rocas hasta convertirlas en fina arena que pueden digerir. Pero alimentarse en tan agrestes territorios conlleva no pocos peligros. Allí acechan numerosos depredadores (tarkios, atrapadores…) que ven en estas gregarias, asustadizas e indefensas piezas un auténtico manjar. 


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