martes, 12 de marzo de 2024

Aurrimar. La leyenda del Dios Errante. Personajes. Baliseta


Hace unos días os contaba de dónde surgió el nombre de Baliseta, uno de los personajes principales de Aurrimar. La leyenda del Dios Errante. Hoy toca hablaros de ella:

Baliseta no es una guerrera, ni una maga, ni una reina, ni posee poderes especiales. Es, simplemente, una mujer sencilla y valiente; fuerte, como lo son las personas que luchan y lo sacrifican todo por los suyos. Una mujer amable y generosa; muy respetada en el oasis de Shifray por ser una de sus mejores sanadoras, y por atesorar amplios conocimientos sobre raíces y plantas y sus diferentes aplicaciones. Poseedora de esa serena sabiduría que proporciona la edad, se desenvuelve como pez en el agua en la Torre Invernadero, lugar en las que mujeres de la aldea se reúnen y desarrollan parte de su actividad diaria.

No es nadie especialmente relevante en la escala social tula, en la que las mujeres son poco menos que ceros a la izquierda; pero su voz sí es que es escuchada por formar parte de la Hoguera de las Venerables; grupo compuesto por las mujeres más ancianas de la aldea; las únicas a las que los hombres del clan se dignan tener en cuenta a la hora de tomar decisiones que puedan afectar al conjunto de la población.

No, la vida de Baliseta no ha sido fácil. Y ella misma se lo relata a Tayishi en este pasaje de Aurrimar. La leyenda del Dios Errante:


—¡Ya veo! Tú tampoco crees que esas tradiciones deban de ser cambiadas —suspiró con resignación—. Yo fui… afortunada. —Reanudó el relato para intentar atraer nuevamente la atención del joven—. Mi familia era pobre, yo no tenía dote. Tampoco era especialmente hermosa. Pasaban los años y nadie me deseaba como esposa. Finalmente, cuando todo el mundo había perdido la esperanza, apareció un anciano sin familia que cuidara de él. Casi podría decirse que me vendieron por unas cuantas monedas en el oasis de Taleg. Me trajo aquí, al oasis de Shifray, y me instaló en su casa. No era mala persona. Todo lo contrario. Era amable, pero no era lo que yo habría deseado. Le tenía cariño, pero nunca lo amé.

Tayishi volvió a posar sus oscuros ojos sobre la anciana que ahora hablaba sin tapujos.

—Murió en las quebradas, devorado por los tarkios que atacaron su rebaño. —Sonrió ante la cruel ironía del destino al ver a los fieles y cariñosos cachorros lamerse las heridas—. Me quedé viuda con una niña de tres años. Estaba sola, en una tierra desconocida, sin familia que me pudiera ayudar. —Se encogió de hombros con desgana—. ¡Por una parte, fue una bendición! Nadie intentó volver a casarme. Los hombres de este lugar son muy exquisitos. No les gusta el… material usado. —Sus palabras eran duras, amargas, despectivas—. Sobreviví como pude, con mi trabajo. En cierta forma era feliz, era libre. Deseaba que mi hija viviera de la misma manera. Pero las Sagradas Leyes de la aldea no lo permitían. Era inconcebible una hoguera habitada solo por mujeres. Sobre todo, si una de ellas era una niña que podría ser casada en el futuro. La comprometieron con Nimrabid. Fue una imposición de Muhab —pronunció con desprecio el nombre del chamán—. ¡Ella habría muerto si llega a celebrarse ese compromiso! —Su voz sonaba desesperada. Quería que él comprendiera por qué había actuado como lo hizo—. O habría cometido cualquier otra locura. La conocía bien. La deshonra, y perder parte de nuestros escasos bienes, no fue nada a cambio de su felicidad…


*Imagen del personaje creado con: artbreeder.com 

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