Se trata de un imponente navío dotado de tres
esbeltos mástiles, casco reforzado y abundante arboladura, con la que logra
alcanzar grandes velocidades si el viento es favorable. Buque de carga y
exploración, posee grandes y espaciosas bodegas en las que transportar mercancías
de todo tipo: materias primas, ánforas y grano, minerales, material de
construcción…; incluso corpulentos animales como los bogos, muy utilizados en el transporte terrestre por su fuerza y
resistencia.
Pese a su gran tonelaje, no necesita de una numerosa
tripulación para gobernarlo. Su versatilidad y maniobrabilidad le permite
ceñirse al viento hasta en las peores condiciones atmosféricas; e incluso
recalar en costas que para otros capitanes, menos osados y ambiciosos,
resultarían impensables.
Lancer Caradam es su capitán. Compró el barco a buen
precio, en el puerto de Jornibia, a un armador retirado que pretendía
desguazarlo para venderlo por piezas. Cansado de la ausencia de beneficios en
el constante deambular del Pribylon, siempre embarcado en la búsqueda de olvidados
mitos y leyendas (y en el que llegó a ser capitán durante nueve años), decidió alejarse
de la influencia de Adilaia de Galatia y su gente (que le había inculcado su
amor por el mar y los lugares inexplorados), para probar fortuna como
comerciante independiente. Acompañado de sus inseparables amigos de la infancia,
Polux y Kaleen, y de la pequeña tripulación que lograron contratar con los
ahorros que les quedaban, se lanzaron al mar dispuestos a comerse el mundo.
Los inicios no fueron fáciles. Apenas contaba entonces
treinta años, carecía de la experiencia necesaria, y la poderosa Cofradía de
Puertos no veía con buenos ojos que capitanes ajenos a su organización mercadearan
en lo que ellos consideraban sus dominios.
Pero Lancer era ambicioso, le gustaban los desafíos. No se conformaría con
transportar mercancías de un puerto a otro por el resto de su vida. Además de
fortuna, buscaba notoriedad. Y para lograrlo, había que ir más lejos, allá
donde ningún otro capitán de la Confederación de Puertos se aventuraba por
miedo a perder su barco… o su vida.
No fueron pocas las estaciones comerciales que logró
asentar en territorios hasta entonces inexplorados o poco explotados por ser considerados
peligrosos o de escaso interés comercial. Sus audaces y desafiantes expediciones
pronto le reportaron las ganancias y el prestigio que siempre había buscado. Los
nombres del Rumor Clandestino y su osado capitán se convirtieron en leyendas que
marinos y mercaderes cantaban en las tabernas de los puertos.
Su trabajada riqueza no tardó en despertar envidias
entre sus competidores, pero también el interés de la clasista Cofradía,
siempre ávida de beneficios, y que comenzaba a ver en aquel joven capitán, la sangre
que necesitaba para renovar sus filas. Y así, Lancer Caradam, primogénito de una
humilde familia de siervos en las tierras de los Señores de Lar, pasó en unos
años, de ser considerado poco menos que un pirata, a convertirse en uno de los
miembros más influyentes dentro de la prestigiosa institución que gobernaba el
Continente.
El Rumor Clandestino y todo lo que significaba de desafío
y libertad, quedó atrás, en dique seco, en el puerto de Sigyar-Kapur, a la
espera de que alguien volviera a despertar en su capitán las ansias de
aventuras, ahora acalladas por un prometedor matrimonio con Cimbria de
Navasfrías y Trasmonte, única hija de la más poderosa familia de los Siete
Puertos. Una alianza que le permitiría ascender hasta lo más alto de la escala
social. Un sueño hecho realidad.