Animal
vertebrado / Ovíparo / Carnívoro
Descripción:
Las
serpientes marinas, conocidas como grésicas, son peligrosos animales
marinos de impresionante envergadura. Ágiles y veloces, los ejemplares adultos
pueden llegar a medir hasta 15 metros de longitud y pesar varias toneladas. Su color
blanco nacarado, las hace visibles desde la distancia en contraste con las
oscuras y profundas aguas del océano.
Adaptadas
por completo al medio acuático, son incapaces de moverse en tierra. Pese a que
la totalidad de su vida transcurre en el mar, no desarrollan grandes aletas.
Las de la cola, les sirven para controlar el rumbo, y las más filamentosas de la
cabeza y cuello, poseen terminaciones nerviosas que les proporcionan
información sobre el medio que les rodea.
Es su
poderosa musculatura la que les facilita los desplazamientos por los mares de
Aurrimar. Mucho más desarrollada en el cuello, para permitirles sacar la cabeza
fuera del agua; ya que, a diferencia de los peces, no poseen branquias, y deben
subir a la superficie de forma periódica para respirar; aunque pueden aguantar
hasta siete horas sumergidas sin hacerlo.
Su
cabeza es pequeña, con una boca repleta de afilados dientes, siempre listos
para desgarrar a sus presas. Son uno de los mayores depredadores de Aurrimar. Agresivas
por naturaleza, solo temen a las tragias, enormes cetáceos cuya voracidad
no parece tener límites.
Las
hembras ponen entre 1 y 5 huevos cada año. Los depositan en suelos arenosos de
cuevas y grietas, donde por lo general, son protegidos por ejemplares que se
encuentran en la etapa final de sus vidas.
Los machos
suelen ser de mayor tamaño, aunque su apariencia externa poco les diferencia de
las hembras. Unas delicadas aletas escarlatas situadas a ambos lados de la cabeza
marcan la diferencia. Aletas cargadas de un poderoso veneno paralizante que es
expulsado para combatir a sus oponentes durante el apareamiento.
Hábitat:
Recorren los inmensos océanos de Aurrimar de
norte a sur y de este a oeste, aunque prefieren vivir en los fríos Mares
Turbulentos, donde abunda la caza de gran tamaño. En primavera acuden a aguas
más cálidas a desovar. Es El Nido, una cueva natural de gigantescas
proporciones, el lugar elegido. Oscuridad y calidez facilitan el desarrollo de
los huevos, que permanecerán semienterrados durante casi un año. Eclosionan a
finales del invierno. Cuando las crías alcanzan el tamaño que les hará
independientes, salen en tropel hacia La Lengua para conquistar los mares;
justo antes de que una nueva oleada de hembras preñadas acuda al Nido a
depositar sus huevos.
Hay excepciones. Los ejemplares domesticados
por los firsianos, permanecen toda su vida en las aguas que rodean Firsia.
Dominada su voluntad gracias a los denominados Cuernos de Imar, solo se
alejan de la isla cuando sus jinetes así lo deciden.
Los Cuernos de Imar, especie de caramillos
fabricados a partir de huesos de tragias, son un elemento fundamental de
la cultura firsiana. El dominio del Tamos, el arte de domar serpientes marinas, depende en gran medida
de la habilidad del jinete a la hora de ajustar la melodía que extrae de su pequeño
instrumento.
Este aislado
pueblo del norte, apenas utiliza barcos para sus desplazamientos. Viajan y
cazan a lomos de sus grésicas, del mismo modo que los continentales
utilizan caballos en sus tierras. En Firsia, la riqueza de un hombre se mide por
la cantidad de ejemplares que pueblan sus pozas volcánicas.
Las grésicas
son un auténtico trofeo para los marinos del Continente. Si algún barco logra
capturar una, su fortuna se verá incrementada de forma instantánea. De ellas se
aprovecha todo y, dada la peligrosidad de su captura, los precios que alcanza en
los mercados, tanto su carne, como su piel o sus huesos, resultan elevados.